Notas para una anatomía de la derecha extrema en el país

Conocer y entender a la derecha extrema es un imperativo. Estas notas son una invitación para hacerlo. Ya desde la primera vuelta electoral 2021 su visibilidad y agresividad, entendida aquella antes como una visión del mundo que como la simple suma y crecimiento de partidos de esa orientación, se hizo indiscutible y más peligrosa para la democracia. Nos llegaba así la preocupación cada vez más extendida en el planeta por un futuro marcado por gobiernos autoritarios y populistas, el declive de la democracia liberal tras el vaciamiento del contenido que le resta, el fin del Estado de derecho moderno y la amenaza totalitaria. Más allá de sus diferencias y particularidades, las distintas formaciones de extrema derecha hoy, comparten rasgos que van desde la recuperación de la soberanía nacional como parte de la crítica al multilateralismo, el nacionalismo, el populismo, la defensa de valores ultraconservadores, el orden autoritario, la crítica al multiculturalismo y a las sociedades abiertas, la xenofobia, el miedo al otro distinto, así como una innegable capacidad de generación y manejo de información y aprovechamiento de las redes, la polarización de la sociedad como estrategia política central, un tacticismo extremo que busca identificar un enemigo externo para generar un falso sentimiento de “comunidad” y una crítica constante a la democracia liberal como “desconectada” del pueblo. En la práctica una contrarrevolución cultural instalada en un tradicionalismo decimonónico para defender el orden económico.

El contexto general es el momento del capitalismo y la globalización. Desde hace años vivimos lo que José Antonio Sanahuja denomina una crisis de globalización y hegemonía que expresaría varios procesos interrelacionados: (i) aquellos de cambio de poder generados por la propia globalización; (ii) el agotamiento del ciclo económico basado en la transnacionalización productiva; (iii) los límites sociales y ecológicos del modelo; (iv) sus fallas de gobernanza, tanto nacional como global.

La crisis económica iniciada en 2008 expresa los límites de un modelo económico dominado por las finanzas globales, sin reglas, volátiles y con evidentes riesgos para la estabilidad del sistema, y la dependencia de la economía real de esos flujos. La debilidad del comercio y la inversión, que no han recuperado los niveles anteriores a la crisis, indican procesos más profundos ante cambios tecnológicos que alientan dinámicas de re-localización productiva, automatización e integración de las cadenas de valor a través de plataformas digitales, con efectos de amplio espectro en el empleo, las políticas fiscales y de bienestar social, los acuerdos distributivos, y el conjunto de la organización social y política. Uno de los resultados inmediatos son las brechas sociales crecientes y la limitada capacidad de los Estados y sus élites tradicionales para atenderlas, aumentando la desigualdad en los países avanzados donde se debilitan los pactos sociales nacionales, mientras en los países emergentes se bloquean las expectativas de ascenso social y de las demandas hacia el Estado que pierde capacidad de respuesta.

El recorrido y los sectores de las derechas peruanas

En el caso de nuestro país, las derechas de hoy, entendiendo por ellas a las agrupaciones que consideran la desigualdad como una cuestión natural, siguiendo la tradicional definición bobbiana, se diferencian de otras de la región por la estabilidad por el orden neoliberal y la hegemonía política y crecientemente ideológica que construyeron los últimos treintaicinco años. Como sostuviera certeramente Carlos Alberto Adrianzén, años atrás, la cohesión que lograron las élites empresariales desde los años 1980 cuando fundan la CONFIEP, a la que contribuyeron el temor a las izquierdas, así como la renovación ideológica neoliberal promovida entre otros por Felipe Ortiz de Zevallos y Hernando de Soto, explican la estabilidad lograda que se vio posteriormente alimentada por el crecimiento económico y la expansión de la economía extractiva. En las elecciones de 1990, aunque finalmente derrotado, Vargas Llosa alineó a los partidos de derecha y las élites empresariales, movilizando a los sectores urbanos altos y medios. El triunfo de Fujimori fue absorbido por quienes apoyaron al escritor y su gobierno y su pronto autoritarismo, autogolpe mediante, tuvo como soporte una coalición integrada por las FFAA, las élites empresariales, los sectores más conservadores de la Iglesia Católica y los organismos multilaterales. Dicha coalición no tuvo mayor problema con el tono crecientemente mafioso del fujimorismo, mientras que los nuevos los tecnócratas que ingresaban desde las grandes empresas al Estado se apropiaron pronto del MEF subordinando a los sectores productivos y sociales.

Toledo emergió ofreciendo el “segundo piso” de las reformas neoliberales fujimoristas; convertido en candidato del movimiento antidictatorial, su gobierno inicialmente se apoyó en él, pero pronto se enfrentó con las demandas de los movimientos sociales y se mantuvo sostenido por los grupos fácticos de la economía. El segundo gobierno de García se caracterizó por su buena relación con empresarios y tecnócratas, los significativos incentivos a la minería y la agroexportación y sus fuertes migas con Estados Unidos mediante la firma del TLC, así como el enfrentamiento constante con las organizaciones indígenas y las poblaciones que se enfrentaron al extractivismo. Humala y su “hoja de ruta” representaron el rápido viraje de un discurso nacionalista a una práctica abiertamente neoliberal, comandada desde el MEF y los ministerios de la producción. PPK representó el triunfo directo de la gran empresa y la tecnocracia neoliberal gracias a que compitió con el fujimorismo, mientras ni Vizcarra ni Sagasti mostraron diferencias de fondo con el modelo.

Así las cosas, en este tiempo, las derechas nacionales han mostrado cuatro grupos o sectores, comprometidos todos con la defensa neoliberal: (i) la derecha populista y autoritaria fujimorista, que introduce con fuerza un componente mafioso; (ii) la derecha de los partidos políticos tradicionales -PPC, AP y APRA-, que se fue desdibujando con el paso del tiempo y que vio aparecer de su seno, posteriores grupos mafiosos como Solidaridad Nacional y Podemos; (iii) la derecha tecnocrática, materializada en un grupo significativo de altos funcionarios públicos y en diversos think tanks vinculados a la gran empresa privada, como el IPE o Apoyo; (iv) la derecha religiosa y conservadora, católica y evangélica, que encuentra canales políticos en partidos como Renovación Popular. Aunque es obvio que no todos estos sectores hacen automáticamente parte de la derecha extrema y algunos de ellos buscan mantener un talante y posiciones liberales, es claro que la defensa cerrada del modelo los acerca, más aún en momentos de polarización.

La Coordinadora Republicana

En el escenario sucintamente descrito, el surgimiento y la acción de la Coordinadora Republicana resulta crucial. Nacida el 2019 aglutinando a distintos operadores de ultra derecha ligados al fujimorismo y al círculo alanista, muchos de ellos afectados por la ofensiva anticorrupción que contó con el aval político del gobierno de Vizcarra, desde su nacimiento estableció que insurgía como organización de la sociedad civil para enfrentar el peligro comunista y totalitario, “el mayor que enfrenta el Perú. Desde entonces, y a partir de su agenda básica, que es la de la extrema derecha, se han pronunciado sostenidamente en las principales coyunturas con banderas pro familia, pro vida, contra el enfoque de género y el acuerdo de Escazú, entre otros.

Su composición es bastante interesante. Entre sus dirigentes y los adherentes a sus muchos pronunciamientos se encuentran ex figuras de partidos de derecha tradicionales, distintos “renegados” de pasado izquierdista, fujimoristas de varios tiempos, periodistas y comunicadores, abogados y ex magistrados conservadores y neoliberales, marinos en retiro, activistas derechistas y conservadores religiosos, empresarios y un largo etcétera más. La Coordinadora tiene preferencial y abundante espacio en diarios (Expreso, La Razón), plataformas virtuales (Lampadia, El Montonero, La Abeja), televisión (Willax), así como un trabajo sostenido en redes. Además, por cierto, de llegada directa al Congreso a través de la congresista Chirinos y los parlamentarios Montoya y Cueto.

El protagonismo de varios de sus integrantes en un reciente evento del Foro de Madrid, - una red internacional de personajes, entidades y partidos que dicen defender la “libertad, la democracia y el estado de derecho”, promovida por el ultraderechista partido español Vox,- que fue inaugurado por el alcalde de Lima y fan de la Coordinadora, López Aliaga, contando entre los ponentes a varios de sus dirigentes más visibles (Flores Araoz, Tudela, etc.), es evidencia de sus relaciones internacionales y del cierto peso que tiene entre las derechas extremas globales. La presencia activa de congresistas de Avanza País, Fuerza Popular, Renovación Popular y Acción Popular, así como el que la reunión fuera organizada en un local de la corporación de Erasmo Wong con significativa presencia empresarial, sirve para entender la fluidez de sus vínculos nacionales.