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No una si no muchas desigualdades

Ha causado revuelo un reciente informe de Latinometrics porque evidencia que el Perú es el cuarto país más desigual del mundo.[1] Algunos defensores a ultranza del modelo económico han querido descalificar esta afirmación argumentando que la pobreza ha bajado de manera sustantiva en las últimas décadas y que se ha reducido el índice GINI, que mide la desigualdad por ingresos monetarios.

Es verdad que la pobreza y el GINI han bajado, pero también otras cosas son ciertas. Por ejemplo, el GINI subestima la desigualdad porque no incluye a los hogares de más altos ingresos. [2] Además, este índice se basa en los ingresos monetarios, pero el propio Banco Central de Reserva nos dice que hay una pobreza multidimensional varios puntos más elevada que aquella medida por ingresos monetarios. [3] Finalmente, también es verdad que la caída de la pobreza se basó en el crecimiento económico dependiente del buen precio de los minerales en el mercado mundial. Este proceso se ha frenado y revertido a partir de la segunda mitad de la década pasada al frenarse el crecimiento económico. [4]

Queda claro que, sin importar qué medida se aplique ni el lugar que ocupamos en los rankings internacionales sobre la materia, el nuestro es un país sumamente desigual en términos de ingresos. Peor aún, el país es más desigual en términos de riqueza, tomando en cuenta no solamente los ingresos monetarios sino también el valor de las propiedades, acciones empresariales y otros capitales que se transmiten por herencia. De acuerdo al mismo índice, el 10% de los hogares más ricos concentra el 61% de los ingresos monetarios; además, este mismo 10% posee el 76% de la riqueza nacional. [5]

Mas allá de esta elevada desigualdad en términos de ingresos y riqueza, en el Perú se viven muchas otras desigualdades. Por ejemplo, cincuenta años después de la reforma agraria, en el Perú existe un altísimo nivel de concentración de la propiedad de la tierra, pues menos del 10% de las unidades agropecuarias de más de 2,500 has. controlan el 60% del total de la tierra agrícola del país. En el otro extremo, las unidades agropecuarias de menos de 100 has -que son casi el 80% del total- poseen menos del 20% de la tierra. [6]

Por su lado, la crisis del COVID nos hizo ver las extremas desigualdades existentes en términos de acceso a la salud y a la educación. Mientras muchas personas morían por falta de camas UCI y oxígeno en los establecimientos públicos de salud, se salvaban quienes podían pagar costosísimas clínicas privadas cuyo oxígeno nunca faltaba. En los sectores medios y altos, escolares con acceso a espacios propios, laptops y tablets, buena conexión a internet, y personas adultas con tiempo para apoyarlos, sacaban el máximo beneficio a la educación a distancia. Mientras tanto, en los sectores pobres urbanos y en los sectores rurales, la densidad en las viviendas, la carencia de equipamiento adecuado, la falta de internet y la ausencia de personas adultas con tiempo libre, han hecho que los años escolares 2020 y 2021 hayan sido prácticamente perdidos.

Mas allá de la educación y la salud, los informes del PNUD sobre la presencia del Estado en el territorio ya nos habían hecho ver la extrema desigualdad debido a la tremenda concentración en los sectores urbanos y una menor y peor presencia en los territorios rurales. [7] En las ciudades es abrumadora la desigualdad interna en acceso a áreas verdes y consumo de agua y energía. [8]

Nuestras profundas desigualdades también tienen una dimensión climática. Como en el resto del mundo, los sectores más pobres son los más golpeados por los desastres climáticos, pero los sectores sociales más ricos generan gases de efecto invernadero en mayor proporción. Se estima que en el Perú el 10% de más altos ingresos tiene emisiones per cápita diez veces más altas que las producidas por el 50% de ingresos más bajos. [9]

Se trata además de desigualdades que guardan relación con la clase, el territorio, el género y la identidad. Para decirlo en pocas palabras, si una persona es empleada o trabajadora, vive en el medio rural, es mujer y es indígena, tiene muchas más posibilidades de ser pobre. [10] Por ejemplo, el Banco Mundial estima que en el Perú más de 50% de la población indígena y afro peruana está en condiciones de pobreza, mientras que menos del 40% de la población que no es indígena o afroperuana está en esa misma situación. [11]

Frente a la evidencia de nuestras múltiples desigualdades, las derechas peruanas -cómo en todas partes del mundo- responde con deleznables argumentos. Esta derecha dice que la desigualdad es natural, propia de la vida en sociedad, y no hay nada que hacer al respecto. Muchas veces este argumento adquiere tonos homofóbicos y racistas, como es natural que las mujeres ganen menos que los hombres y que las poblaciones indígenas ganen menos que las demás porque son flojas o definitivamente inferiores. A veces la derecha reconoce que la desigualdad es desagradable, pero afirma que el crecimiento económico y el funcionamiento libre del mercado son la mejor estrategia para combatirla.

Nada de esto es cierto. La pobreza no es natural, sino que resulta de estrategias de desarrollo y de políticas públicas impulsadas por estados capturados por grupos de poder económico interesados en mantener o aumentar sus ingresos y su riqueza, a costa de la pobreza de los demás. Ni las mujeres ni las poblaciones indígenas son inferiores ni se esfuerzan menos por salir adelante, sino que enfrentan machismos y racismos institucionalizados.

El crecimiento económico y el mercado no bastan, pues muchas de estas desigualdades han surgido, se mantienen y se incrementan precisamente en el mercado desregulado. Se necesita una fuerte intervención del estado que redistribuya garantice la igualdad en la competencia, y el combate al machismo y racismo en la economía y sociedad.

En el Perú y en todo el mundo, la lucha contra la desigualdad caracteriza a la izquierda. Por ello, el relanzamiento de una izquierda peruana democrática y consecuente debe poner el acento en atacar las enormes desigualdades que caracterizan a nuestro país.

En ese terreno, es importante fortalecer las capacidades de regulación estatal del funcionamiento del mercado, para evitar monopolios y oligopolios evitando abusos de la posición de dominio. Es necesario relanzar la propuesta reforma tributaria que el Congreso Nacional rechazó a inicios del 2022, a la que deberíamos añadir la dimensión climática, haciendo que paguen más no solamente quienes más ganan, sino también las empresas y las personas que emiten más gases invernadero. Es necesario tener propuestas relativas al salario y el presupuesto público, mecanismos claves para la redistribución y la lucha contra la desigualdad. Igualmente se requieren propuestas para frenar y revertir el proceso de concentración de la tierra.

Con relación al reconocimiento de las identidades, la presencia del estado en el territorio debe ser mayor en cantidad y mejor en calidad, asimismo debe contar con dimensión intercultural, de manera tal que toda la ciudadanía -no solamente la que habla español- acceda a los servicios públicos en su idioma y de acuerdo con sus costumbres. Por su lado, la organización del estado y la representación debe partir por reconocer que somos una “nación de naciones” y que es necesario repensar desde esa perspectiva la descentralización y la reforma política.

En la perspectiva de nuevas elecciones generales y de un proceso constitucional, la izquierda democrática necesita dotarse de un conjunto de políticas públicas y de propuestas constitucionales que apunten a combatir la desigualdad. Es un reto impostergable.

[1]  -En base a la información del Reporte Mundial sobre la Desigualdad 2022 del Laboratorio Mundial de la Desigualdad (WIL por sus siglas en inglés https://wir2022.wid.world/
[2] https://peru.oxfam.org/latest/policy-paper/riqueza-y-desigualdad-en-el-per%C3%BA-visi%C3%B3n-panor%C3%A1mica citado por Marisa Glave en https://larepublica.pe/opinion/2023/02/10/paradigma-de-la-desigualdad-marisa-glave-288590  [3]  Luis Eduardo Castillo y Mario Huarancca, Perú: Historia de dos pobrezas, BCR, DT No. 2022-006, Serie documentos de trabajo, mayo de 2022.
[4] https://cdn.www.gob.pe/uploads/document/file/3288636/Informe%20T%C3%A9cnico.pdf?v=1655994670
[5] https://wid.world/country/peru/
[6] http://proyectos.inei.gob.pe/web/DocumentosPublicos/ResultadosFinalesIVCENAGRO.pdf
[7] https://www.undp.org/es/peru/publications/informe-sobre-desarrollo-humano-per%C3%BA-2009-por-una-densidad-del-estado-al-servicio-de-la-gente y https://www.undp.org/sites/g/files/zskgke326/files/migration/pe/896b1c8abc283aa2909892ebcc0201997a3bcf200795a9baa7e50855128b271a.pdf 
[8] https://ojo-publico.com/especiales/cartografia-de-la-desigualdad/index.html 
[9] https://wid.world/country/peru/
[10] https://www.cepal.org/sites/default/files/events/files/matriz_de_la_desigualdad.pdf
[11] https://www.worldbank.org/en/topic/poverty/lac-equity-lab1/ethnicity/ethnicity-poverty